jueves, 29 de abril de 2010

Lo que no te mata, no te fortalece. Te destroza.

Sé que el dicho es Lo que no me mata, me fortalece pero sinceramente me parece una mentira pedorra para que la gente siga auto flagelándose con una misma navaja una y otra vez. O por lo menos yo no voy en la misma frecuencia que el resto del mundo y a mi me da al revés. Lo que quiero decir, que hay cosas que pasan que no te matan o no literalmente. O no del todo, pero puedo llegar a asegurar que siempre una parte muy pequeña de nosotros muere con esa situación de mierda que nos arrasa. Y no nos hace más fuertes, no. Puedo casi asegurar que si la situación se repite nos vamos a sentir igual o peor que la vez anterior. So, no te fortalece. Una persona puede sobrevivir y sobreponerse a algo que le pasa, puede seguir adelante con el tiempo. La herida se va a cerrar, pero la cicatriz queda. Como un recordatorio, como una llamada de atención propia.

Ojo, hay que ser muy fuerte emocionalmente como para poder pasar por muchas cosas de la vida, pero nadie es lo suficientemente de acero jamás como para decir que nunca se desmoronó, porque estaría mintiendo. Todos, incluso los que a nuestros ojos parecen más sólidos algun vez necesitaron un hombro donde llorar, un momento de soledad para dejar que las emociones los manejen. Y por más que hubieran sido capaces de seguir, tambien quedaron marcados. Lo que pasa es que pocos pueden admitirlo y mantener la barbilla en alto. Cuestiones de orgullo, digamos. Yo, por ejemplo, no suelo poder.

Admito que no me gusta que los demás sepan de cuanto me dolió o me duele algo. Lo considero un tema mio, algo demasiado privado como para poder compartirlo, incluso con los más cercanos. De nuevo, cuestiones de orgullo.. Una de esas cosas que uno hace solo por protegerse y terminan aislándolo de todos los demás.
Pero para eso tengo un grupo de amigas en las que puedo confiar en que van a sacarme la mierda como sea, y cuando digo como sea es completamente literal. Un cable a tierra, o mejor todavía. Personas a tierra.

No tiene nada que ver pero como me jode dejar los escritos a medias, y más porque este hace muchos días que no me sale terminarlo y ya tendría que haberlo borrado a la mierda. Pero cada vez que voy al botón de suprimir me detengo. Esto molesta más que el dolor de ovarios. En fin, será otro fragmento más sin mucho sentido pero con demasiado sentimiento.


miércoles, 21 de abril de 2010

Amor en tiempos de inflación y contaminación ambiental.

¿Qué puedo llegar a decir sobre el amor moderno que no se haya dicho ya? Realmente, no mucho. Ni nada original. Pongamos los pies en la tierra durante dos minutos y preguntémonos sinceramente ¿creemos todavía en el principe y su corcel, en la manzana envenenada, hadas madrinas y demás chucherías de plastico made in China que rellenan el casting de un cuento infantil? No sé ustedes, pero yo no. Mi mamá dice que soy demasiado gris por pensar en que el amor eterno no existe o en no querer sumarme a la masa de rosados enamorados que dicen que son el amor de su vida, y que van a casarse de blanco en la playa y bleble. No voy a negar que mi visión del mundo fue siempre un poco más opaca y realista que la del resto de las personas de mi generación, pero es por un motivo simple; no me gusta engañarme. Además, yo no quiero un amor eterno sino uno real. Uno digno de este siglo. Los amores para toda la vida ya no duran tanto y como siempre se dice, prefiero calidad a cantidad. Quizá la persona con la que estoy ahora no es la misma con la que voy a estar el mes que viene, quizá sí. A lo que voy es; vivir el momento.

Disfrutar del otro y de cada instante de nosotros mismos que podemos brindarles.
No creo en el fin del mundo y esas hierbas pero todos los días a alguien se le derrumba su mundo, sus esperanzas. Personas que pierden seres queridos, que les rompen el corazón, personas que se desilucionan de si mismas. El fin del mundo nos llega a todos sin aviso y de una forma completamente personal. Hoy en día realmente creo que es una proeza decir que amamos sinceramente a alguien. Y es un error garrafal pensar que el amor es algo rosa y lleno de flores y arco iris. El amor moderno a mis ojos es algo abstracto, egoísta, desbocado, enfermo, glorioso y casi imposible de encontrar. Buscar el amor es casi tan arduo como buscar la felicidad, pero vale la pena.
Incluso siento que hoy, a mis diecinueve años de edad no aceptaría un amor de cuento de hadas. Quiero llorar, reírme, gritar, pelearme, arreglarme, hacer el amor y sé que no puedo esperar todo esto de un príncipe montado en un caballo. Pero sí puedo esperarlo de un hombre.

Es animarse, dejarse ser. Suena fácil y es difícil, más en un mundo de caras y caretas como el que vivimos. Nuestro mundo gira alrededor de fast food's, cafeína, inflación, transtornos alimenticios y alertas de fin del mundo y hay que sobervivir. Contra viento y marea necesitamos seguir adelante. Y creo que en toda esa mierda que nos apabulla radica el verdadero sentido de sentirse vivo.
El ir y venir, el descanso y agite, soy de esas personas que no servirían para más que un fin de semana en el campo. Estoy tan acostumbrada a la adrenalina de la ciudad que creo que no podría amoldarme jamás a la apacibilidad del campo y sus bellezas.


Podría seguir un buen rato más escribiendo y escribiendo sobre lo que siento como amor moderno, pero no endría mucho sentido porque no sería más que bleble de cotillón porque llevo unos cuantos días queriendo terminar de escribir esto y soy de las que piensan que si no sale todo de un mismo tirón no vale la pena o no es realmente bueno y como creo que hasta ahora venía bien lo dejo. El punto es sencillo al final de la idea, solo que tengo esa cosa de siempre llenarlo todo con mis garabatos. ¿Conclusión? Viví, sé quien quieras ser y si te animas a amar entregate a la otra personas sin pensar en lo que va a resultar de esa relación o lo que el otro va a entrgarte a cambio. Nada más.

jueves, 15 de abril de 2010

Vive y deja vivir -

¿Simple, cierto? Bueno, a veces no lo es tanto. Y si estoy escribiendo a las tantas de la mañana con un dolor de estómago atroz es simplemente porque no puedo entender como algo tan estupidamente sencillo se puede convertir en motivo de disputa familiar cercana a la tercer gran guerra. No estoy pidiendo mucho, y si lo vemos desde mi punto de vista no estoy pidiendo prácticamente nada. Solamente que no me jodan y me dejen ser. Una relación a distancia es un constante dolor de ovarios, por los celos, las inseguridades, los ataques de extrañitis agudas y un montón de hierbas más. Y ojala fuera tan fácil como dice mi viejo y me "buscara otro más cerca" pero NO, porque no quiero otro, lo quiero a él. Me estoy enamorando y no quiero a otro hombre. Suena hipócrita sí, pero incluso yo que estaba completamente negada al amor siento que lo encontré.

O sea, la situación es la siguiente; quiero ir a ver a mi novio a donde mierda está por UN fin de semana. Solamente 350 kms. 350 kms de mierda que me hacen sufrir como una condenada. Y no, no hay caso. Mis viejos no quieren saber nada con dejar ir y yo estoy que echo chispas cada vez que nos cruzamos -lo que pasa seguido si consideramos que no solo convivimos sino que tambien trabajamos juntos- Yo entiendo que tengan miedo, que mi seguridad, que es lejos y la mar en coche. Pero la nena YA creció, tiene estudios, un trabajo, una pareja y es hora de que lo asuman y que por más que se equivoque la dejen tomar sus propias desiciones. Porque tranquilamente podría jugar un rato a Rebelde Way, tomar mis ahorros sacarme un pasaje de micro y NOS VIMOS. Pero no, ¿con que fin? Al volver sería todo igual, sino peor. No solo para mi, sino para mi novio tambien. Conozco demasiado a mis viejos como para saber lo que podría llegar a pasar si él pisara mi casa luego de mi pequeña "fuga". Una mierda.

EN fin, esta entrada no tenía ningún motivo personal, filosófico, medio emo ni nada de nada más que el de desahogarme. Necesitaba sacar un poco de mierda con pala.

viernes, 2 de abril de 2010

Cuando el feliz cumpleaños se convierte en una marcha fúnebre (que no deja de sonar)

Te acordas, hoy es su cumpleaños. El cumpleaños de esa persona que no está, que lleva tiempo faltándote. Querés cantarle el feliz cumpleaños, volver a festejar, pero no. Él no está. No hay nada que festejar porque en tu cabeza comenzó a sonar la marcha fúnebre, el inconfundible adiós. En ese momento de tu vida sos más conciente de que él no está, que lleva tiempo lejos de casa de lo que fuiste jamás. La marcha comienza a sonar por segunda vez en tu cabeza y vos sentís que te morís que te vas también. Pero no, porque sentís cada poro de tu cuerpo escupiendo su dolor. Y por un segundo lo pensas ¿Te gustaría darle alcance? Sí, los dos lo sabemos.


Otra vez, la marcha retumba en tu cabeza y esta vez no está sola porque de su mano caminan los recuerdos. Cada una de esas dulces memorias se quedan en silencio, cada sonido se apaga y las voces enmudecen. En ese momento no podes recordar lo que dijiste o lo que te dijeron porque a lo único que podes poner atención es al gemido constante y desgarrador de la marcha fúnebre que hace de música de fondo. Cada uno de ellos es miel convertida en hiel, son espinas sin rosas. Te dejas torturar por ellos, no tenes opción y si la tuvieras no la aceptarías porque esos recuerdos que te queman la carne y te calan los huesos son lo más cerca que vas a estar de él. Y sí, los dos lo sabemos.


Es el día más largo de tu vida, las veinticuatro horas convertidas en un siglo de torturas. Y todavía no termina porque eso significaría que alguien tuviera piedad de vos y vos sabes que no hay tregua posible para lo que queda de tu pobre vida acá, lejos de él. Es un año más y estás rogando acostumbrarte a lo imposible. Estás soñando despierto con escuchar la marcha fúnebre y que la sangre no se te vuelva plomo en las venas. Pero pasan los años y es lo mismo sino es peor. Vas creciendo y cada uno de esos recuerdos que guardas como tesoros amenazan con volverse polvo, nada.


Te negas completamente, no vas a permitir que te saquen eso también. Y que se vayan a la mierda todos, a vos no te interesa nada más. Necesitas desesperadamente mantener esos recuerdos en vos, sentir que cada uno de ellos te devuelve un pedacito de esa persona que te falta y que tanto necesitas. Estás incluso hasta dispuesto a vender tú alma por un último abrazo, por un poco más. Ya no te queda consuelo alguno, solamente el vacío que comienza cuando todo es silencio.


Por fin silencio, tan roto y tan ensordecedor. Silencio. Terminó el día hecho siglo. Ahora tenés 364 días para cocer las heridas y dejarlas sanar para cuando la marcha fúnebre se haga escuchar otra vez. Y sí, los dos lo sabemos.