No saber que escribir me pone nerviosa, demasiado nerviosa. Y mucho más inquieta de lo que suelo ser también. Me hace sentir una abstinencia horrible, como si fuera una adicta sin su dosis de crack. Es una sensación horrenda. Y tanta necesidad hace que no pueda centrarme en otras cosas. Como si todo lo tuviera atascado en la garganta como un nudo que no me deja asimilar nada a mi alrededor. Cuando no puedo escribir todo -aboslutamente todo- pasa a un segundo plano. Desde la pareja al estudio, pasando por la comida, la lectura. Todo. Es como si algo en mi cabeza supiera que está mal. Y me preocupa, porque tengo que estudar, tengo cosas en las que poner la cabeza y no puedo, como ahora que estoy sentada frente a la computadora tratando de unir dos ideas de manera medianamente decente. Sé que estoy fracasando.
Y ya que estamos de quejas, hace una semana que no puedo dormir bien y que un dolor de cabeza inmundo me acosa cada dos por tres. Y me siento bastante más irascible que de costumbre. En fin, habrá que volver a probar suerte con Introducción a los sistemas jurídicos.
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