No quiero que venga el maldito albañil, no quiero que toquen nada de mi habitación. No quiero a mis hermanas arriba conmigo, necesito mi privacidad, necesito de mi habitación. Es algo tan vital como incomprensible para los demás, para mi lo es todo. Además, no hay necesidad de hacer un escritorio en la habitación de mis hermanas, no hay necesidad de mandarlas arriba a donde solamente estoy yo para hacer lo que quiero. Escuchar música, llevar amigas, reírme, mirar películas, llorar. No quiero inquilinos arriba, solamente quiero mi soledad. Es exagerado, y no me importa, pero esas cuatro paredes son Tierra Santa para mi. Son todo lo que tengo y todo lo que quiero, no necesito más.
Y estoy tan enojada, me siento perdida porque quedarse sin ese espacio propio es, para mi, como quedarme sin casa. Lo peor es que yo quedo como una egoista siempre, siempre es mi culpa, siempre podría ser un poco más comprensiva, más paciente, siempre podría esperar un poco más. ¡BASTA! No soy paciente, no soy comprensiva y no espero más a nadie. El colmo de todo es que yo ofrezca alguna solución media y que hasta eso me nieguen cuando es a mi a quien van a trastornarle la vida con este cambio putamente innecesario. Querés agrandar la cocina, hacelo, querés poner cerámica, hacelo, querés agrandar el quincho, hacelo. Pero hay cuatro paredes que no podés tocar porque no son tuyas, porque son mías, porque fui yo quien se comió todo un verano refaccionando esa habitación para que sea lo que hoy es; MI lugar. No necesitas un escritorio, de verdad que no lo necesitas.
Mata no poder hacer nada, me mata nunca poder hacer nada y saber que esas cuatro paredes van a dejar de ser mías. Me siento atrapada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario