Encontrarse en el otro, verse reflejado en otros gestos, en otra mirada no es algo para lo que estemos preparados. No es algo que nos guste tampoco. Es ver esos mismos ojos tristes, esa mirada perdida que durante mucho tiempo fue nuestra. En el momento en que la otra persona sabe que estuvimos en su lugar todas las cicatrices se abren y sangran, el sonido del tren muere y la música de los auriculares se vuelve atronadora, como si te fuera a romper los tímpanos y el alma. Las palabras de Rob Thomas no llegan a consolarte y sin darte cuenta estás llorando otra vez, tenés de nuevo esa misma mirada perdida y atormentada sentís que todo tu cuerpo late y la sensación de que todos en el vagón te miran, porque es así. Todos estan mirando a la piba que de la nada se puso a llorar y que nadie sabe por qué, nadie te pregunta qué te pasa por miedo a que les cuentes de tu vida. A nadie le importa pero todos son morbosamente curiosos, en ese momento sos como un accidente, un choque, algo que todos quieren ver pero que no quieren saber mucho. La única persona que no te mira es esa mujer rubia que ahora esconde la mirada en la ventana y que de la nada sintió frío y se puso un suéter.
La comunión que se crea entre las dos te está matando y vos solamente podés llorar en silencio ignorando a los demás, porque todos ellos son un mundo aparte. Finalmente te toca secarte las lágrimas y bajar del tren mientras los demás se preguntan en silencio que mierda fue todo eso. La mirada de la mujer rubia te sigue en el mismo silencio y ves en ella eso que tanto te tortura; sos vos. En otra persona.
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