O de como todo lo que tenía en la
cabeza anoche se esfumó esta mañana. Soy una persona bastante intuitiva que sé cuándo
algo es para problemas, y así como lo sé me meto de lleno como si no hubiera
escuchado a eso que me hacía ruido en la cabeza. Y entonces las cosas pasan, se
suceden y cuando comienzo a pensar que quizá era paranoia mía, que quizá puede
salir bien se desarma todo en mis narices de la peor manera, irreparable.
Entonces me aíslo, me pongo a la defensiva, me vuelvo arisca al contacto con
los demás. Y los demás te dicen ‘tranqui’, ‘tomatelo con calma’ y me pongo
peor, me brota la agresividad desde adentro y quiero mandar todo a la mierda o
armar una mochila e irme yo para hacer las cosas más simples. Pero sigo en el
mismo lugar, creyendo más de la cuenta en las personas como si no me hubieran
defraudado y lastimado lo suficiente ya como para convencerme que más de uno
está perdido.
Y hay otras personas que, sin
embargo, siguen intentando sobre lo vano y lo perdido con una fe que no
entiendo, intentando resucita algo que ya está a medio pudrir. Y los ves darse
la cabeza contra la pared una y otra vez de manera incansable, levantándose a
pesar de haberse tropezado varias veces con la misma piedra. Sabes que están
perdiendo el tiempo, sabes que estás perdiendo el tiempo, que tendrías que
simplemente dejar ir y volver a tus asuntos como si no hubieras escrito ese
capítulo. No importa que te digan que eso no es una manera de vivir, porque no
están en tus zapatos, entonces ¿qué pueden decir de tu jardín de infiernos? Y volves
a anestesiarlo todo, las cosas se vuelven más amorfas y sos incapaz de
distinguir los bordes de uno y otro, los objetivos se pierden y todo dolor
queda silenciosamente apagado en algún rincón que no frecuentas. No hay ruido
en tu cabeza, solo pura mecánica que te hace caminar e ir para adelante, sacar
libros de la biblioteca, estudiar, ducharte, dormir, trabajar. Los comentarios
de los profesores te entran por un oído y salen por el otro, ya no sabes por
qué discuten en tu casa o cuál fue el chiste de tu compañero de oficina. Dejas
de escuchar las bandas que te recomendó, o las películas que vieron juntos. Evitas
pasar por los lugares que fueron suyos, dejas que la monotonía y la rutina de
Buenos Aires haga lo propio y todo vuelve a la normalidad, fue solo otro
capítulo olvidable de tu vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario