Se siente extraño volver a escribir luego de una ausencia tan larga, casi como si esto ya no fuera mío. Incluso podría decir que hasta me da algo de verguenza el volver luego de tanto tiempo, como si tuviera la cola entre las patas. Hasta siento esto, esta disculpa, como algo forzado. No estoy segura con quien me estoy disculpando; si con las dos personas que leen este blog cada tanto o si conmigo misma por estar tenerme lejos tanto tiempo. No lo voy a poner en tono de excusa, pero realemnte pasaron demasiadas cosas en el medio. Parciales, crisis familiares, crisis familiares, tardes de estudio y quedó un corazón, una relación nueva. Una persona diferente, una persona que me ama. ¡Qué aterrador! ¡Qué natural! Que alguien te ame es demasiado dual, por un lado te aterra, porque ¿cómo puede amarme con lo imperfecta que soy? y por otro lado bueno, vos lo querés y, en fin, alguna vez te iba a pasar. Pero ahí está el detalle, el gigantesco detalle. Lo querés, no lo amas. No a él, no todavía. Ahora entendes lo que sentía el soldado de plomo, esa presión en el pecho cuando alguien te dice que te ama y vos no podés responder con más que un gracias, una sonrisa de lado o un tímido yo también te quiero. Que alguien te ame y que por más que quieras no sientas que es tiempo de responderlo de la misma forma es como compartir el peso de la responsabilidad de Atlas, es tener sobre los hombros el espacio entre el cielo y la tierra. Y ni siquiera es tan pesado como eso, que el mundo se caiga a la mierda pero no puedo lastimarlo a él. Que el mundo empiece a girar para el otro lado pero que nadie lo haga sufrir a él porque les voy a tirar el mundo por la cabeza.
No solamente pesa el complejo de Atlas sino el del espejo. Situaciones en las que no sos vos y él sino vos y el soldado de plomo, veces en las que vos sos con él como el soldado era con vos. Las cosas como son; veces en las que me comporto como mi ex. Así de liso y llano. Lo peor es que él lo sabe, lo peor es que él lo entiende la mayoría de los días. A veces tengo ganas de tirar todo por la borda, de acabar con esta oportunidad para la que la mayoría de las veces no estoy preparada y no sé hasta que punto no estoy preparada y hasta que punto uso eso de excusa para no arriesgarme de nuevo por alguien de no amar de nuevo. Ahora, después de cuatro meses sin el soldado y de uno con él pienso dos veces las cosas, miro de costado una misma cosa para ver que es lo que realmente puede llegar a ser. Hablo demasiado como siempre, pero escucho mucho más y leo entre líneas. Ahora no lloro sino vale la pena, ahora levanto el mentón y enseño los dientes solamente ante amenazas reales, soy un poco menos impulsiva y más cínica.
No voy a negar que me encuentro siend extrañamente feliz a su lado, que me encantan sus mensajes de buen día, que me parte al medio verlo sufrir y que por más que muchas veces no pueda decirlo valoro muchísimo las pequeñas grades cosas que él hace por mi. Que es un beso todos los días, que es un abrazo y un te amo todos los días para mi y que sus caricias son cómodas como no me esperaba y que la velocidad a la que vamos me resulta desconcertantemente natural, como si tuviera que ser como es, así. Ya pasamos la etapa incómoda y horrible de que la relación puede tener fecha de vencimiento para alcanzar la de "disfrutemos hasta donde llegue, que y quiero que sea mucho" ¡Vamos por el level 2! Pero ya no como era el soldado de plomo y yo, sino como él y yo. Como nosotros.
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