El martes arrancó temprano, demasiado temprano diría yo. 4.30 am es demasiado temprano, y el lunes a la noche no pude dormir. Soy una mujer muy nerviosa y tengo el sueño demasiado ligero. Parcial de ISJ (introducción a los sistemas jurídicos) de por medio, para el mediodía tenía una sola preocupación. Una respuesta. La incertdumbre me picaba tanto como la ambiguedad que sentía. Que sí, que no. No voy a aguantar. Tengo que aguantar.
Y entonces llegó la respuesta; Amor quede en el curso (el mensaje sigue pero no viene a tema). Ya sabrán lo que vino después, unas cuantas lágrimas.
No lo llamé par afelicitarlo, como posiblemente él esperaba, no pude hacerlo. Estaba más que feliz por él, lo felictaba y me sentía orgullosa de él pero asíy todo me sentía miserable. Esa ambiguedad agridulce seguía latiendo y por no arruinarle el momento simplemente deje mis felicitaciones en un mensaje de texto, mismo mensaje que más tarde me parecería soso, falso y falto de amor. Todo lo contrario de lo que me hubiera gustado poder expresarle.
El miércoles empezaría la cuenta regresiva, finalmente.
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