sábado, 22 de febrero de 2014

Las cosas que pueden salir mínimamente bien y salen terriblemente mal (u otras maneras de resumir la historia de mi vida)

O de como todo lo que tenía en la cabeza anoche se esfumó esta mañana. Soy una persona bastante intuitiva que sé cuándo algo es para problemas, y así como lo sé me meto de lleno como si no hubiera escuchado a eso que me hacía ruido en la cabeza. Y entonces las cosas pasan, se suceden y cuando comienzo a pensar que quizá era paranoia mía, que quizá puede salir bien se desarma todo en mis narices de la peor manera, irreparable. Entonces me aíslo, me pongo a la defensiva, me vuelvo arisca al contacto con los demás. Y los demás te dicen ‘tranqui’, ‘tomatelo con calma’ y me pongo peor, me brota la agresividad desde adentro y quiero mandar todo a la mierda o armar una mochila e irme yo para hacer las cosas más simples. Pero sigo en el mismo lugar, creyendo más de la cuenta en las personas como si no me hubieran defraudado y lastimado lo suficiente ya como para convencerme que más de uno está perdido.

Y hay otras personas que, sin embargo, siguen intentando sobre lo vano y lo perdido con una fe que no entiendo, intentando resucita algo que ya está a medio pudrir. Y los ves darse la cabeza contra la pared una y otra vez de manera incansable, levantándose a pesar de haberse tropezado varias veces con la misma piedra. Sabes que están perdiendo el tiempo, sabes que estás perdiendo el tiempo, que tendrías que simplemente dejar ir y volver a tus asuntos como si no hubieras escrito ese capítulo. No importa que te digan que eso no es una manera de vivir, porque no están en tus zapatos, entonces ¿qué pueden decir de tu jardín de infiernos? Y volves a anestesiarlo todo, las cosas se vuelven más amorfas y sos incapaz de distinguir los bordes de uno y otro, los objetivos se pierden y todo dolor queda silenciosamente apagado en algún rincón que no frecuentas. No hay ruido en tu cabeza, solo pura mecánica que te hace caminar e ir para adelante, sacar libros de la biblioteca, estudiar, ducharte, dormir, trabajar. Los comentarios de los profesores te entran por un oído y salen por el otro, ya no sabes por qué discuten en tu casa o cuál fue el chiste de tu compañero de oficina. Dejas de escuchar las bandas que te recomendó, o las películas que vieron juntos. Evitas pasar por los lugares que fueron suyos, dejas que la monotonía y la rutina de Buenos Aires haga lo propio y todo vuelve a la normalidad, fue solo otro capítulo olvidable de tu vida.