miércoles, 21 de abril de 2010

Amor en tiempos de inflación y contaminación ambiental.

¿Qué puedo llegar a decir sobre el amor moderno que no se haya dicho ya? Realmente, no mucho. Ni nada original. Pongamos los pies en la tierra durante dos minutos y preguntémonos sinceramente ¿creemos todavía en el principe y su corcel, en la manzana envenenada, hadas madrinas y demás chucherías de plastico made in China que rellenan el casting de un cuento infantil? No sé ustedes, pero yo no. Mi mamá dice que soy demasiado gris por pensar en que el amor eterno no existe o en no querer sumarme a la masa de rosados enamorados que dicen que son el amor de su vida, y que van a casarse de blanco en la playa y bleble. No voy a negar que mi visión del mundo fue siempre un poco más opaca y realista que la del resto de las personas de mi generación, pero es por un motivo simple; no me gusta engañarme. Además, yo no quiero un amor eterno sino uno real. Uno digno de este siglo. Los amores para toda la vida ya no duran tanto y como siempre se dice, prefiero calidad a cantidad. Quizá la persona con la que estoy ahora no es la misma con la que voy a estar el mes que viene, quizá sí. A lo que voy es; vivir el momento.

Disfrutar del otro y de cada instante de nosotros mismos que podemos brindarles.
No creo en el fin del mundo y esas hierbas pero todos los días a alguien se le derrumba su mundo, sus esperanzas. Personas que pierden seres queridos, que les rompen el corazón, personas que se desilucionan de si mismas. El fin del mundo nos llega a todos sin aviso y de una forma completamente personal. Hoy en día realmente creo que es una proeza decir que amamos sinceramente a alguien. Y es un error garrafal pensar que el amor es algo rosa y lleno de flores y arco iris. El amor moderno a mis ojos es algo abstracto, egoísta, desbocado, enfermo, glorioso y casi imposible de encontrar. Buscar el amor es casi tan arduo como buscar la felicidad, pero vale la pena.
Incluso siento que hoy, a mis diecinueve años de edad no aceptaría un amor de cuento de hadas. Quiero llorar, reírme, gritar, pelearme, arreglarme, hacer el amor y sé que no puedo esperar todo esto de un príncipe montado en un caballo. Pero sí puedo esperarlo de un hombre.

Es animarse, dejarse ser. Suena fácil y es difícil, más en un mundo de caras y caretas como el que vivimos. Nuestro mundo gira alrededor de fast food's, cafeína, inflación, transtornos alimenticios y alertas de fin del mundo y hay que sobervivir. Contra viento y marea necesitamos seguir adelante. Y creo que en toda esa mierda que nos apabulla radica el verdadero sentido de sentirse vivo.
El ir y venir, el descanso y agite, soy de esas personas que no servirían para más que un fin de semana en el campo. Estoy tan acostumbrada a la adrenalina de la ciudad que creo que no podría amoldarme jamás a la apacibilidad del campo y sus bellezas.


Podría seguir un buen rato más escribiendo y escribiendo sobre lo que siento como amor moderno, pero no endría mucho sentido porque no sería más que bleble de cotillón porque llevo unos cuantos días queriendo terminar de escribir esto y soy de las que piensan que si no sale todo de un mismo tirón no vale la pena o no es realmente bueno y como creo que hasta ahora venía bien lo dejo. El punto es sencillo al final de la idea, solo que tengo esa cosa de siempre llenarlo todo con mis garabatos. ¿Conclusión? Viví, sé quien quieras ser y si te animas a amar entregate a la otra personas sin pensar en lo que va a resultar de esa relación o lo que el otro va a entrgarte a cambio. Nada más.

1 comentario:

  1. No me gustó el primer párrafo. Pero con los dos últimos la rompiste. Por fín Carlita con algo optimista :)

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