jueves, 25 de junio de 2009

De la paz, la guerra y esos híbridos que no sabemos a que acoplarnos.

Hoy venía paveando, como siempre en el tren y algo me llamó bastante la atención. Un cartel sobre una marcha por la NO violencia. Una convocatoria para que más gente se uniera a la causa. No pude evitar pensar, en que tan imposible o más bien que tan irreal veo un mundo en paz, sin violencia ni abusos. Quizá en algún momento algo así existió, pero sin dudas nosotros lo arruinamos. Como arruinamos el Edén, como arruinamos el planeta. Como nos arruinamos los unos a los otros, y para peor como nos arruinamos nosotros mismos. Sí, nosotros mismos somos una jaula vacia y enferma que muchas veces nos conformamos con lo que tenemos y lo que los demás pretenden de nosotros. No nos animamos a la aventura de descubrir lo que realmente somos o lo que nos gustaría saber. Nos mantenemos encerrados en la caja de lo que los demás consideran normal, correcto y moral. Y una mierda. De verdad lo siento, pero no puedo unirme a la paz, y la no violencia. Porque no creo en ella más de lo que creo en el ratón Pérez, papá Noel o los Reyes Magos. Y no es por un tema de decir, "uh, que mina mala onda" o cosas así, simplemente no me engaño a mi misma con mundos de arco iris y flores. Porque no existen más allá de un cuento de hadas o una película de Disney.

Yo sé que la paz sería el estado ideal, pero tengo más claro que para la paz se necesita la guerra. Como para el amor, el odio. Incluso podría decir que a mi la paz me aburre, aclaro que no soy de esas personas que salen con un arma a matar a todo aquel que los mira mal, aunque tampoco voy a negar que muchas veces me gustaría matar a tiros a unos cuantos a los que no extrañaríamos si mañana faltasen, pero eso es otro asunto.

En fin, mis pensamientos no iban en sí a donde el mundo y los demás, porque en lineas generales el mundo y los demás no me importan ni mierda. Es así, no puedo preocuparme por todos ellos, primero y principal porque a ninguno de ellos yo les importo y la vida es lo suficientemente finita como para que yo pierda tiempo en ellos cuando puedo invertirlo en las personas que son mi mundo. Si quieren llamarme egoísta, haganlo. Tienen razón.

Lo que pensaba mientras el tren se movía era que no tengo paz, que contra mi misma soy pura violencia. No tengo punto medio para la gran mayoría de las cosas como no tengo paz para mi. La paz y la tranquilidad son cosas que no van conmigo, porque de la tranquilidad a la monotonía hay un paso muy corto que no quiero dar. Mejor dicho, que no estoy dispuesta a dar. Quiero decir, no quiero caer en la caja del resto. Prefiero mil veces que me tachen de freak, rarita, loca, insana. Pero no de igual. NO soy igual a los demás ni lo quiero ser. Tengo muchas ganas de reír, de llorar, de frustrarme. Quiero arriesgarme por cada uno de mis impulsos y dejarme llevar por ellos como las olas que rompen contra la costa.

Porque hoy me levante con ganas de violar la vida y aprovechar al máximo cada una de las cosas que ella me ofrece, el amor, el odio, la guerra, la violencia, la misericordia, lo colorido, lo viejo, lo que todavía no llegó y lo que acaba de irse tambien. Todas esas cosas que van a marcar violentamente quien soy, que van a dejar cicatrices en mi piel y que no me van a dejar ser jamás un peón más de los que no se animan a nada. ¿Paz? Eso se los dejo a los demás, a mi dejame con mi constante guerra interna que así voy a estar bien.

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